sábado, 17 de octubre de 2015

Reseña de la película "El Gran Hotel budapest"

 
Esta película de Wes Anderson estrenada en 2014, nos narra las hilarantes peripecias del mozo portería  Zero y del conserje M. Gustave H. del Gran Hotel Budapest, un Hotel de ensueño ubicado en la ficticia República de Zubrowka, un país que parece estar ubicado en algún lugar de la Europa centro-oriental durante el periodo entreguerras. Con un gran despliegue de grandes y conocidos actores, el director configura una historia compuesta de humor, amor, robos, asesinatos, amistad, integridad y fidelidad intemporales.

Desde el punto de vista compositivo y estético, el director hace un abundante uso de la simetría, ya sea en preciosos planos estáticos o de seguimiento. Encadena varias elipsis, para retroceder cada vez más en el tiempo, en las que, mediante el uso de diferentes ratios de imagen, delimita distintos ambientes temporales para cada época, usando además distintos tonos de color para los estadios de la vida del hotel, desde tonos pastel, rosáceos, morados intensos o rojos, en los que estaba en pleno auge, hasta tonos anaranjados y ocres, que evocan la decrepitud y la ruina para una época más reciente, además de para las distintas situaciones en las que se ven envueltos los personajes, llegando incluso a usar el blanco y negro para una de las escenas finales.

En cuanto a los estilos artísticos usados para reforzar la ambientación histórica, encontramos rasgos claramente del art nouveau francés y centroeuropeo de principios del siglo XX, en la tipografía y decoración de la fachada, y en los interiores del hotel, durante el año 1932. Para recalcar el cambio que sufre el hotel con el paso del tiempo, además del propio desgaste del edificio, se usa también mobiliario típico del estilo internacional, muy simple y racional en sus formas, una nueva tipografía de estilo grotesco, mayúsculas y tonos anaranjados, evocando el otoño o el ocaso del establecimiento, durante 1968. Recursos gráficos ondulantes y orgánicos, propios del Optical-Art en los estampados y decoración de la habitación donde el escritor comienza el relato de la historia en 1985, acompañados de mobiliario y objetos con características típicas de los 60-70, como puede verse en el teléfono o la máquina de escribir del escritorio.

Como resultado de todo este despliegue de medios, recursos gráficos y estilísticos, además de la cuidada y dulcemente estructurada historia, cual tarta de Mendl’s, esta película es una auténtica obra de arte, digna de estar en las filmotecas de todo diseñador gráfico que se precie.

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