En esta interesante actividad de clase, los alumnos de
tercer curso nos dividimos en dos equipos de debate, uno de ellos representaba
a los denominados “consumidores pasivos” y el otro a los llamados “Consumidores
soberanos”. El primer grupo de consumidores se caracteriza por dejarse llevar
por modas, personalidades famosas y todo tipo de influenciadores, con forman el
grueso de los consumidores habituales de los mercados. El segundo grupo lo
forman aquellos consumidores autoproclamados como críticos con todo tipo de
productos, servicios y ofertas de mercado, ellos elijen qué compran, qué no
compran y cuando lo hacen. Estas son las bases establecidas previamente al
debate entre los dos equipos, sin embargo, durante el mismo se descubrieron
argumentos que hacen pensar en otro tipo de definiciones para estos grupos de
consumidores.
Como apunte complementario a los argumentos que se esgrimirían
durante el debate, debemos hablar de la sociedad en la que vivimos hoy en día y
que gobierna sin fronteras en la gran mayoría del mundo, esta sociedad, basada
en el sistema económico capitalista, esto acota sin lugar a dudas, el medio y
condiciones en las que se mueven los mencionados tipos de consumidores.
Durante el transcurso del ejercicio de clase, se puso de
manifiesto el hecho de que, todos y cada uno de los ciudadanos de la sociedad
occidental, poseen necesidades que cubrir, entre ellas están las más básicas como
alimentarse, dormir, guarecerse, etc. pero en sistemas sociales complejos,
surgen otras nuevas como la de pertenencia a un grupo social, la de comunicarse
con otros miembros de la sociedad o la de lograr cierto estatus social para
situarse dentro de los círculos interpersonales propios. Esto provoca ciertos
tipos de necesidades que deben cubrirse a través del consumo de productos como
móviles, tablets, portátiles, coches, pisos, ropa, complementos y todo tipo de
productos. Es este tipo de necesidades donde establecen sus diferencias
nuestros dos tipos de consumidores, unos se dejan llevar por las presiones
sociales, generadas por amigos, programas de televisión u otros medios, y los
otros piensan que son lo suficientemente independientes e conscientes para
tomar sus propias decisiones y decidir que comprar “sin dejarse influir” por
otros. Y es en este preciso punto donde este último grupo se equivoca. Durante el
pasado siglo XX y finales del anterior siglo XIX, con la aparición de la revolución
industrial, se comenzó a forjar un modo de vida basado en la producción y
consumo de bienes, que se traducirían en beneficios económicos para las empresas
y en última instancia, el ente conocido como “el mercado”. Este ente tiene como
método de subsistencia el continuo e ininterrumpido crecimiento, de manera que
si en algún momento se interrumpiera o frenase su crecimiento, se generaría lo
que se conoce como “crisis económica”. Por lo tanto el mercado debe procurar
extender su influencia a todas las escalas de la sociedad, para asegurarse la
continua y exponencial creación de necesidades de consumo, entre las que muchos
ciudadanos piensan que deciden que comprar y que no, sin caer en la cuenta de
que su supuesta elección propia está acotada en una parcela, creada por el
mercado para su “ganado” personal, los consumidores. Esta es una de las
verdades y conclusiones que llegó a generar el debate entre los dos equipos,
una dura realidad en la que todos nos vemos inmersos y que marca nuestras vidas
desde que nacemos sin saberlo y sin muchas veces percibirlo. Por lo que la conclusión
final a la que llegó el debate de clase, es la inexistencia real de dos tipos
de consumidores, puesto que lo percibamos o no, todos nos vemos influenciados
por los mercados en última instancia.
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